No solo la herencia permite convertirse en millonario o ascender socialmente. Pesa más la determinación y lo aprendido de niño.
Oprah Winfrey, la celebridad estadounidense y magnate de los medios de comunicación, encarna la definición más pura de un millonario self -made o hecho a sí mismo.
A diferencia de muchos de sus colegas multimillonarios, que heredaron buena parte de su fortuna, ella superó una infancia difícil en medio de la pobreza. La criaron alternativamente su madre soltera y su abuela y la abusaron sexualmente varios parientes varones. Una mezcla explosiva para convertirse en todo menos en la multimillonaria número 916 del mundo, con una fortuna de US$2.700 millones.
Winfrey también puntea en una lista de Forbes que clasifica a los ricos por la forma como hicieron sus fortunas. Para ordenarlos les dan una calificación de 1 (los nacidos en cuna de oro) a 10 (los hechos a pulso).
Alice Walton, hija del fundador de Walmart, Sam Walton, con un patrimonio de US$52.500 millones y ningún esfuerzo por aumentarla, obetiene la nota de 1. Por el contrario, Winfrey recibe10, así como el húngaro George Soros, quien sobrevivió a la ocupación nazi de Budapest, huyó de su país bajo el dominio comunista y estudió en el London School of Economics mientras trabajaba como portero de ferrocarril y camarero. Hoy tiene en su patromonio US$8.300 millones.
Winfrey y Soros son dos ejemplos vivientes de un reciente estudio realizado por investigadores del Centre for Economic Policy Research. Buscaban establecer si la posibilidad de hacerse rico o ascender socialmente viene con la genética o si pesa más el ambiente de crianza y la autodeterminación. Encontraron que los vínculos de capital humano (habilidades o conocimientos) parecen tener raíces biológicas; mientras que obtener grandes ganancias resulta de otros factores no genéticos del proceso de crianza.
Claramente, existe una transmisión de riqueza intergeneracional, pues los niños de familias ricas nacen con genes que les ayudarían a ser más talentosos y podrían llegar a ser más ricos que sus padres. Sin embargo, si todo fuera resultado del ADN no existiría la famosa frase de «padre rico, hijo flojo, nieto pobre».
Se ha demostrado que se destacan en la escala social –si tener mucho dinero es la meta principal– aquellos cuyos padres invirtieron en su capital humano (educación), les ayudaron a obtener mejores empleos, les proporcionaron fondos para crear empresas, les dieron dinero para ahorrar o influyeron en sus preferencias o actitudes cuando eran niños.
Para los investigadores, esto sugiere que lo más importante a la hora de la movilidad social serían las correlaciones intergeneracionales por medio de las oportunidades proporcionadas por el entorno en el que el niño crece.
Para probar su punto, analizaron un grupo de personas adoptadas en Suecia, dado que no comparten genes con sus padres. Miraron los datos de riqueza recopilados para fines fiscales de los años 1999 a 2006 de suecos nacidos entre 1950 y 1970 y que incluían adoptados e hijos biológicos.
Encontraron que, incluso antes de que sus padres murieran y les dieran una herencia, el nivel de ingreso de los hijos adoptados era más similar al de sus padres que el de los aquellos criados por sus progenitores biológicos. «Esto sugiere que la transmisión de riqueza se debe principalmente a factores ambientales más que a talentos heredados».
Comportamientos más directamente relacionados con la riqueza, como el ahorro y la inversión, también están muy atados al estilo de crianza. Por eso las dinastías de millonarios que más perduran en el tiempo son las que no solo transfieren la riqueza, sino también habilidades para sobresalir en el mercado laboral.
‘Es mejor ser rico que pobre‘
«Nuestros resultados sugieren que los niños con padres ricos se benefician no solo de una buena genética sino, lo que es más importante, de crecer con más ventajas cuando los padres influyen en su crianza. El problema es que a medida que la riqueza se distribuyen de manera más desigual, los niños de familias más pobres tienen menos oportunidades», concluye el estudio, hecho por los profesores de economía Sandra Black, de la Universidad de Texas, Austin; Paul Devereux, del University College Dublin; Petter Lundborg y Kaveh Majlesi, de Lund University.
Aunque la conclusión parece obvia, cobra relevancia en un creciente ambiente de malestar social, derivado de la desigualdad. Pues si en países como Suecia, una sociedad relativamente igualitaria, se presentan grandes brechas, qué se puede esperar en economías más desiguales como la colombiana.
«Esto sugiere un importante papel del Estado para que sus políticas busquen igualdad de oportunidades y mitiguen las disparidades intergeneracionales», reiteran los investigadores y anotan que esas diferencias fueron las que convirtieron en best-seller al libro El capital del siglo XXI, de Thomas Piketty, que destaca la transmisión intergeneracional de riqueza como un determinante clave de la naturaleza de la sociedad en general.
Se sabe del efecto de la educación en la movilidad social intergeneracional, pero poco se habían estudiado los determinantes de la transmisión de riqueza de padres a hijos y a nietos. La riqueza influye en las posibilidades de consumo e inversión, y también les permite a los padres invertir más en el capital humano de sus niños, lo que de nuevo aumenta la desigualdad con los padres que por restricciones presupuestales no pueden dar más oportunidades a sus hijos.
El Foro Económico Mundial (FEM) acaba de publicar un estudio sobre la desigualdad en el mundo (ver página 98) y allí concluye que revertir las tendencias actuales es un desafío que requiere voluntad política, esfuerzos concertados y tiempo, pero que los países nórdicos muestran que sí posible.
La meta no es que haya más Oprah Winfrey, ni George Soros, casos excepcionales, sino que cada vez tome menos generaciones pasar de la pobreza a la clase media.